LA
MALA MADRE, DE SOPHIE HANNAH
Por
suerte hay una sola
La
irrupción de la trilogía Millennium
del sueco Stieg Larsson abrió las compuertas para una nueva vuelta
de tuerca a la novela policial. Es cierto que su compatriota Henning
Mankell es infinitamente más sólido y talentoso pero, vaya una
saber por qué, su personaje, el inspector Wallander, quedó
circunscrito, con honores, a los amantes del género. En cambio,
Larsson creó un personaje (Mikael Blomkvist) que escapa en cierta
medida a los arquetipos del género.
A
partir de entonces la andanada no se hizo esperar. Escritores
escandinavos como Assa Larsson, Anne Holt, Kain Fossum o Jo Nesbo
(hay que leer
Petirrojo) inundaron
las bateas. En ese marasmo se colaron algunos títulos y escritores
de otras nacionalidades. Una desconocida, al menos por estos lares,
Sophie Hannah (Manchester, 1971) apareció con No
es mi hija, un
thriller psicológico que tenía como protagonista a Alice Fancourt,
una madre que descubría que la bebe de quince días que había
quedado al cuidado de su esposo David había sido cambiada. Un miedo
atávico para cualquier madre y con el cual el lector se
solidarizaba. El tema era cuando David contradecía a su esposa y
juraba que la niña que estaba en el hogar era la misma que habían
engendrado. Hannah repetiría la fórmula --thriller psicológico +
maternidad-- con Matar
de amor y parece
consolidar en esta tercera entrega un estilo propio donde explora el
sentimiento de culpa y la perversión, a través de la maternidad.
La
mala madre
(Duomo Ediciones) cuenta
la historia de Sally Thorning, una ingeniera geólogica y madre de
dos hijos. Su vida es un auténtico caos, hastiada y cansada de
compatibilizar su trabajo y la maternidad se instala en un lujoso
hotel durante una semana. Allí, entre masajes, hidroterapias y
largas sesiones de descanso, conoce a un hombre llamado Mark
Bretherick, con quien mantendrá un romance efímero. Ambos son
casados y deciden, de común acuerdo, no volver a verse. Un año
después, Rally, instalada en su casa, ve por televisión una noticia
que la estremece. Geraldine y Lucy, esposa e hija de su ex amante
aparecen asesinadas y el principal sospechoso es Mark. Pero algo no
le cierra a Sally. La imagen difundida de Mark no coincide con la del
hombre que se acostó un año antes. Y es imposible que aquel hombre
se hiciera pasar por Mark porque sabía demasiados detalles de
Geraldine y Lucy.
La narración alterna el
relato de Sally en primera persona y las pesquisas policiales a cargo
de Simón, a lo que se le suma nueve extractos de un diario escrito
por Geradine y encontrados en su computadora. Allí, se descubre que
en realidad no era la madre que todos pensaban. Geraldine, no quería
ser madre y odia, en secreto, a su hija Lucy. El final es
sorprendente y conviene no ser revelado.
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