Thursday, December 27, 2012

El otro Auster




La publicación en 1996 de La trilogía de Nueva York -integrada por Ciudad de cristal, Fantasmas y La habitación cerrada- transformó a Auster en un autor de culto y al libro en lectura de referencia para toda una generación. Algo similar había ocurrido con la obra de Charles Bukowski y la generación precedente. El paralelismo no es casual. Ambos incursionaron en la poesía, pero esta faceta pasó casi desapercibida, sobre todo porque no abundaron las traducciones al respecto. De hecho, la imagen de la carátula del volumen -una puerta semiabierta- oficia de invitación a ingresar en el universo poético del novelista.
Puesta así las cosas Poesía completa, en edición bilingüe, viene a llenar ese vacío para los seguidores del autor de El palacio de la luna pero, nobleza obliga, vale una advertencia preliminar. El volumen es, técnicamente, una edición ampliada de Pista de despegue. Poemas y ensayos 1970-1979, publicado por Anagrama en 1998. El valor agregado está en el prólogo de Jordi Doce -que además es el traductor, al igual que en Pista...- y en “Notas de un cuaderno de ejercicios”, escrito en 1967.
A Auster se le ha llamado el escritor del azar -los problemas del azar y la identidad han sido el leit motiv de su obra-, basta recordar el comienzo de Ciudad de cristal cuando Quinn recibe una llamada equivocada, pero en su poesía las obsesiones discurren entre la palabra y los muros a derribar a través de ella. Si en La música del azar, los personaje Nashe y Pozzi deben reparar una deudas construyendo un muro, en los siete poemas de la serie “Desapariciones” (1975), Auster parece advertir que la palabra efímera, carente de contenido, tiene en la vida el valor, el peso muerto de una piedra. Piedras-palabras que construirán, a lo largo de la vida, un muro. “Es un muro/ Y el muro es muerte./ Ilegible,/ garabato del descontento,/ en la imagen y post imagen de la vida” escribe en el poema 2, para reforzar la idea más adelante “Y de casa cosa que ha visto/ hablará:/ la cegadora relación de las piedras/ incluso hasta el instante de la muerte,/ aunque no sea más/ que porque habla” (poema 5).
El volumen finaliza con “Notas de un cuaderno de ejercicios”, fechado en 1967. Se trata de una progresión de pensamientos cuyo eje central es el lenguaje y la palabra. Y una sentencia que puede leerse como una declaración de principios del universo austeriano. “La caída del ser humano no es cuestión de pecado, transgresión o bajeza moral. Es cuestión del lenguaje conquistando la experiencia: la caída del mundo en la palabra, la experiencia que desciende del ojo a la boca” (...) Sentirte separado del lenguaje es perder tu propio cuerpo. Cuando las palabras te fallan, te disuelves en una imagen de la nada. Desapareces”.

Poesía completa, de Paul Auster. Editorial Seix Barral, 301 págs., 2012. Distribuye Planeta.

Friday, December 14, 2012

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Con el cineasta Mario Handler


Lobo solitario, cámara en mano



Es uno de los cineastas uruguayos más prolíferos. Reivindica el individualismo y la austeridad técnica a la hora del acto creativo. Se exilió 27 años en Venezuela y su rentrée fue con Aparte, el polémico documental sobre cinco jóvenes marginales de un barrio periférico de Montevideo. Editorial Trilce acaba de publicar Mario Handler. Retrato de un caminante, de Héctor Concari, volumen que atraviesa su vida y su obra. (Publicado en Caras y Caretas, Montevideo, Uruguay, 14 de diciembre de 2012)



La exhibición de Aparte en el 2003 puso a su creador en el ojo de la tormenta. El documental mostraba, sin edulcorantes, la vida de un grupo de jóvenes que vivían en un barrio marginal. Había escenas fuertes de los muchachos consumiendo drogas, sexo y, acaso la más recordada, los cortes que se causó en su brazo un joven internado en la Colonia Berro. Presto, la clase política, autoridades del entonces Instituto Nacional de Menor (Iname) y algunos periodistas cuestionaron los métodos del director. Afirmaban que Handler había pagado exprofeso esas imágenes -él dice que lo obligaron al filmarlas- y (casi) todos se erigieron como guardianes de la moral y las buenas costumbres. “Maten al mensajero”, parecían decir a coro. Un film que, visto en perspectiva, se puede catalogar como de adelantado. Entonces, casi una década atrás, no existía por ejemplo el término “planchas”. Y resulta paradójico que aquellos que entonces señalaban con el dedo a Handler, hoy estigmaticen a los “apartes” (el título de la cinta refiere a “apartheid”) y pidan la baja de la edad de imputabilidad.
Pero la cámara de Handler ha estado desde hace cuatro décadas relacionada a la historia política y social del pasado reciente de Uruguay. Un puñado de títulos, de sus diecinueve películas, justifica esta afirmación. En Carlos, cine-retrato de un caminante en Montevideo, filmada en 1965, narró la historia de Carlos, un “linyera” inmerso en el paisaje cotidiano de Montevideo. La cinta de 31 minutos puede verse como una proto versión de Aparte. Le siguieron Elecciones, en coautoría con Ugo Ulive, donde los jingles de la campañas políticas se superponen unos a otros. Un fresco de aquellos comicios. Luego vendrían Me gustan los estudiantes, 1969: El problema de la carne y Líber Arce, liberarse, sobre el asesinato del joven militante comunista y estudiante de odontología, a manos de la Policía. Títulos que emergen como un tríptico de una época urgente, signada por al violencia y la represión. Se integró al Movimiento de Liberación Nacional a través de Mauricio Rosencof y fue el encargado (y elegido por al dirección del MLN) para ingresar a la Cárcel del Pueblo donde filó a los prisioneros Geoffrey Jackson (por entonces embajador inglés) y Ulysses Pereira Reverbel, presidente de UTE, y Carlos Frick Davies, ambos jerarcas del gobierno de Pacheco Areco.

Tiempo y espacio

¿Te considerás un caminante cámara en mano?
Tengo muchas definiciones, debido a los muchos años que acumulé encima. He cambiado mucho pero no del todo. Pero esa definición me gusta. Con Carlos... (refiere al film) me fasciné mucho y apliqué todo el método de austeridad técnica y productivo. Ése es mi método y lo recomiendo. Ahora hay mucha dispersión entre los jóvenes -yo doy clases- y eso es lo que se puede llamar zapping intelectual. Yo también estoy en eso, por desgracia. Pero en aquel tiempo lo importante era saber abandonar y renunciar. Renuncié ha mucho., había que olvidarse de todos los detalles funcionarales, burocráticos, y utilizar lo que uno tiene. ¿Y qué es lo que uno tiene? El cuerpo y la mente. Tome una cámara. Conseguí película de la Universidad y me dediqué hasta que llegué a un resultado de treinta y un minutos. En aquella época no había duraciones fijadas como hay ahora. Me gustó mucho esa experiencia y fue muy solitaria. Ése individualismo lo proclamo. La gente no me cree cuando hablo a favor del individualismo. La gente cree que es egoísmo y no es lo mismo. Me refiero al desarrollo del individuo. Hay que leer la historia del individualismo y se verá que es necesario.
Otra característica de tu obra es la duración. Generalmente son cortos y mediometrajes.
La manía de hacer siempre largometrajes no la aprecio. Es otro de los consejos que le doy a los alumnos. Obviamente que no de forma impositiva. ¿Por qué hacer una película de sesenta minutos, cuando la podés hacer en cuatro? Mi película más famosa dura seis minutos. Y te puedo nombrar muchos casos de directores en el mundo que se hicieron famosos con cuatro o tres minutos. Lo grande no es necesariamente mejor. Fijate sino en la dimensiones de la Mona Lisa.
¿Cómo ves a las nuevas generaciones de estudiantes de cine? Hay como cierta ansiedad, de querer hace “la gran obra” en la primera experiencia.
Estoy de acuerdo con que se larguen, pero he visto casos increíbles. Ni vos ni el público lo aprobarían. Hay mucha gente que cree que lo que llaman ópera prima es la obra número uno de verdad. Les digo, ¿pero no existe experiencia, pruebas, practicaste fotografía, escritura? ¿No hiciste algún cortometraje para mostrale a todos tus amigos? Hay todo un proceso que hay que atravesar. En el mundo se llama ópera prima al debut en el largometraje cuando la persona ya ha adquirido una experiencia seria. Sea en formal de escuelas, sea experiencia profesional. Se me ha acercado gente que me ha dicho `tengo una idea para un documental'. Idea documental me podés cuatro ahora vos mismo. No sirve una idea. Lo que sirve es tenerla muy amarrada y pensada. Más que la idea es un tema y la elaboración mental, interna de hacia dónde quiero ir.
¿Y en tu caso qué va primero: el tema o una imagen?
Mi mente no es tan imaginativa como creen. Aparecen imágenes obsesivas, pero también frases obsesivas. Hay un método al que se le llama el arte que se inspira en el arte. Por ejemplo, miro películas. Veo una escena que me pega, después un libro de fotografía, eso va creando la composición. A mis alumnos le digo, antes de salir a filmar ojeate un libro de pinturas de William Klein, uno de fotografía de Cartier Bresson, inspiráte en la parte compositiva. Aparte nació de conversaciones que yo tenía con mi amiga Graciela Berro, en aquella época jueza de menores. Fue a partir
de una anécdota que ella me contó que surgió la idea.
¿Te acordás de la anécdota?
Claro, ocurría que venían menores de cantegriles que no sabían ni leer o firmar el acta, mientas que posiblemente sus padres o abuelas sí sabían leerla. Yo colaboré en la película Cantegriles de Alberto Miller en el 56, viví el primer cantegrill que hubo. Conocía aquel y pensé que algo estaba cambiando. Ahí pensé: o hay una involución social o una abandono genérico social de la familia. La diferencia entre escribir y no escribir es fundamental, sobre todo en este país que se precia del alfabetismo. Eso me inspiró muchísimo. Aparte es eso: mostrar la marginación cultural el jóvenes.


Punto y aparte

Aparte marcó tu regreso al Uruguay, con éxito de público y de crítica, premios internacionales, pero también críticas, inclusive desde la izquierda.
Me propuse volver al método de personajes y yo solo con la cámara como en Carlos... Y con el respeto absoluto a que el sonido fuera exactamente sincrónico, lo que correspondía a la imagen y sin agregar nada. Eso fue muy duro técnicamente. Y aumenté el rigor ético, en el sentido de que nunca cree una situación. No forcé situaciones. Les dije a todos que no quería filmar delitos, pero ellos querían. Y así se generaron problemas.
Tal vez porque en quienes te criticaron primó el concepto burgués. No se entendió que también existían y existen otros códigos de convivencia.
La burguesía es una clase creativa, no puedo hacer nada contra eso (se ríe). Hubo consecuencias de todo tipo. A Glenda Rondán se le ocurrió hacer una investigación en el Legislativo, de pura demagoga. Ni siquiera había visto la película, con la irresponsabilidad habitual de Glenda Rondán. Los cortes en el brazo impresionaron. El presidente del Iname de esa época declaró que había seis o siete cortes en el año. Resulta que en mi escena había doce tipos todos cortados. Después renunció o lo renunciaron, al igual que su secuaz técnico Sergio Migliorata. Eso ocurre en todos los centros de reclusión del mundo. Ellos fueron unos mentirosos. Yo no quería filmar los cortes. Me acusaron de pagar por los cortes, cuando fueron los muchachos los que me obligaron a hacerlo. En cuanto a las críticas de la izquierda, las recibí con mucho dolor. Esto es fácil de interpretar dentro de la izquierda. Hay gente que quiere poder intelectual.
¿Y qué te interesa del cine actual?
Soy muy ecléctico. Voy a las salas, pero no tanto como antes. En el cable encontré una evolución bien importante de lo que llaman despreciativamente `realitys' y si investigás, los yankis tienen realitys de alto valor. Claro, hay otros que son una mierda, como Gran Hermano.
En tu filmografía sólo hay una película de ficción: Mestizo, filmada en Venezuela. ¿A qué se debe la elección del documental como vehículo permanente en tu obra?
Vocación que tengo. Miro películas, veo el rectángulo del enfoque y enseguida digo `ahí a la derecha hay dos sonidistas'. No puedo dejar de imaginarme. Entonces una escena súper íntima rodeada de cuarenta personas no me gusta. Hay que reconstruir -ambiente, iluminación, vestimenta- toda una realidad. Ya eso no me gusta. Me gusta captar a los personajes, enamorarme de ellos



Friday, November 30, 2012

Nuevo y polémico libro de Santiago Roncagliolo


Con el escritor Santiago Roncagliolo


García Lorca y Enrique Amorim, un amor oculto


El autor de Abril rojo estuvo en Montevideo para presentar El amante uruguayo. Una historia real, en torno a la relación homosexual entre el escritor uruguayo Enrique Amorim y García Lorca, y la posibilidad de que los restos del granadino estén sepultados en Salto. (Publicado en Caras y Caretas, de Montevideo, Uruguay)




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-Es un libro infame. Roncagliolo sólo hace hincapié en la condición homosexual de Amorim.
-Lo muestra (a Amorim) como un trepador. Como un tipo que se rodeaba de escritores y artistas famosos, para pertenecer a ciertos círculos de la intelectualidad. Y lo deja malparado, como una mariquita.
Esta dos frases, entre otras, fueron escuchadas por quien escribe a otros colegas en torno a El amante uruguayo. Una historia real, de Santiago Roncagliolo, editado por Alfaguara en Uruguay -también circula en el medio una edición de Editorial Alcalá- que narra la relación de amor entre Enrique Amorim y García Lorca.
Le siguieron además otras críticas, ya no orales, sino impresas, como la de Alfredo Alzugarat en El Cultural de El País, bajo el título “La memoria traicionada”. A lo largo de tres páginas, Alzugarat deja en claro todo su descontento con Roncagliolo, mofándose cada dos o tres párrafos de “una historia real”, tal es el subtítulo del libro, a la que considera falsa.
¿Qué es lo falso? La hipótesis de que los restos de García Lorca se encuentren en un osario en Salto es solo eso: una hipótesis. Se afirma que Roncagliolo (que además siempre habla de indicios, no de pruebas) lo usó como gancho -el cerebro de la “operación” fue el editor español- para transformarlo en un bestseller. ¿Y cuál sería el problema? De estar vivo Amorim sería el primero en agradecérselo. Él mismo intentó en varias oportunidades -sobre todo en los últimos años de su vida- darle publicidad al hecho. Es el mismo Amorim que se hizo pasar por Jean Paul Sartre en una reunión ante Charles Chaplin. El mismo que dijo que Pablo Neruda estaba escondido en su casa “Las Nubes”, en Salto. Amorim buscó toda su vida estar en el calendero. Fue camaleónico y mitómano. Un grupie de los escritores. Todos sus actos públicos fueron para ganarle al olvido, para conquistar la posterioridad, a sabiendas, acaso, que era un escritor mediocre. (El paisano Aguilar y La carreta, apenas llegan a “aceptable”).
¿Qué es lo falso? La afirmación de que mantuvo una relación amorosa con García Lorca es cierta. La correspondencia del salteño así lo demuestran. Y que el libro no está bien documentado es otro de los argumentos falaces esgrimidos por Alzugarat.
Resulta paradójico pues la pacatería y ortodoxia de ciertos hombres de la cultura vernácula. El artículo de marras tiene cierto tufillo a una melànge entre nacionalismo provinciano y chauvinismo. Solo faltó escribir que no era de orden que un “peruanito” se metiera en la vida de un escritor uruguayo y sacara a relucir su vida privada, o un aspecto de ella.


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En la foto, en riguroso blanco y negro, se observa una parte del monolito que Enrique Amorim levantara en homenaje a García Lorca. Detrás hay un vallado y mucha gente. También un cerco policial, lo que le confiere a la imagen un tinte `de funeral con honores de Estado'.
¿Ves el que está en primera fila mirando esa extraña caja rectangular blanca? Es Amorim. Mirá con qué atención la observa. Tiene el tamaño y la forma de un osario”, me dice un entusiasmado Santiago Roncagliolo. El monumento, el primero en todo el mundo en su homenaje, lleva inscripto el final de `El crimen fue en Granada', el poema que le dedicó Antonio Machado. El monolito fue obra de su amigo y amante, Enrique Amorim, hombre adinerado, escritor, mecenas y todo un precursor del marqueting editorial.
La instantánea fue sacada en Salto, en 1953, diecisiete años después del asesinato del autor de `Yerma' pero, tecnología mediante, el autor la lleva consigo en su celular. La pantalla táctil se apaga y volvemos al presente. Estamos en el hotel Splendid, donde funcionó el mítico Cervantes, el mismo que inspiró “El mago inmortal” de Bioy Casares y donde Cortázar escribió “La puerta condenada”.
En unas horas, Roncagliolo (Lima, 1975) presentará El amante uruguayo. Una historia real en Montevideo (tan pacata como la de Amorim, donde también se lo acusará de “mentir” sobre la condición sexual de Amorim, como si esto fuera el núcleo del asunto). La historia tiene un halo de misterio que sirvió de disparador (así lo olfateó el editor español) para que el autor aceptara tamaña empresa. Es que ese día de 1953, Amorim dejó entrever que esa caja blanca contenían los restos del granadino, al que había conocido en el 34, cuando lo conoció en la Montevideo. García Lorca estaba en Buenos Aires para el estreno de “Bodas de Sangre” y a instancias de la gran Lola Membrives recaló en Montevideo (en el hotel Carrrasco) para terminar el último acto de “Yerma”. Amorim prácticamente lo secuestró y la pasaron más que bien. De hecho, las únicas filmaciones de García Lorca realizadas fuera de España son autoría de su amante uruguayo. El gran Federico regresó a España y la historia es archi conocida. Fue fusilado por el franquismo y se desconoce en destino de sus restos. Un misterio cuya respuesta, acaso, se encuentre a miles de quilómetros del asesinato y a pocos de Montevideo. La caja, casi sesenta años después, continúa intacta, bajo tierra. Cerca, muy cerca, de los resto de Quiroga. Restos que también fueron traidos por Amorim desde Buenos Aires.


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-Este es un libro por encargo. Soy un sicario, --dice Roncagliolo y se ríe. Le comento entonces el malestar por estos lares. “Siempre me meto en todo tipos de líos, así que una pelea con intelectuales en un país civilizado es como mi mayor progreso. Es lo más amable que me ha pasado. Hasta ahora había tenido amenazas judiciales o de muerte”.
El autor, que estuvo viviendo en Montevideo, investigando en la Biblioteca Nacional, en el Sodre, en Cinemateca, y visitó “Las Nubes”, la casa de Amorim en Salto, hoy convertida en museo, se sintió atraído por la historia de la posible tumba de García Lorca, hasta que Amorim (el personaje) lo sedujo.
Hay muchísimos indicios sobre que los restos pueden estar en Salto. (N. de R: Uno es el misterioso viaje que Amorim hace a Europa con paradero desconocido unos meses antes de inaugurar el recordatorio). Lo que ocurre es que conforme comienzo a investigar descubro que Amorim ha regado con indicios falsos todo el resto de su vida. Entonces empiezo a pensar que es mucho más fascinante este personaje que lo que hay en la caja. Si los restos de García Lorca están ahí, bien, pero si no podría hacer un ridículo mortal. En cambio, podía hacer un libro muy bueno, con una historia espectacular, que va a sobrevivir haya lo que haya adentro. Este libro es parte de la historia del arte del siglo veinte a través de los ojos de Amorim”.
El libro se transforma en una instantánea sobre lo que ocurría en la escena intelectual entre las década de treinta y del sesenta. Desfilan Picasso, Louis Aragon, Borges, Quiroga y Neruda, por citar algunos de los popes. También su adhesión al Partido Comunista, al cual se afilió en el 46, en un acto de masas en el Luna Park de Buenos Aires y con aplauso cerrado. Todos sus actos, como si se tratara de un prestidigitador, lograba promocionarlos, en tiempos que la condición de mediático no se había inventado. Es interesante tener en cuenta que fue discípulo de Horacio Quiroga, el primer escritor uruguayo profesional y luego se hace amigo de García Lorca, otro precursor de lo mediático, en el sentido que su sola presencia concitaba la atención. Y Amorim, siguiendo esos pasos, hizo de su vida la mejor novela que nunca pudo escribir.
Creo que eso fue lo que él planeó. Era tan hábil y sabía que su gran historia era esta. Se formó, desde una perspectiva privilegiada, en Letras Hispanas de este planeta, pero no podía contarla. Implicaba revelar la homosexualidad de algunos, algunas cosillas del Partido Comunista, era meterse en muchos líos. En sus últimos años, antes de morir, dejó toda su vida para que venga alguien más y la cuente. Y va dejando migas como Hansel y Gretel para que sigamos esta historia. Y lo hace con tanto talento como para que cincuenta años después alguien busque un escritor para escribirla. Y yo con tanta suerte que me toca a mí. El monumento a García Lorca es una trampa durísima. Si ahí están los restos, Amorim pasa a la Historia como el tipo que tuvo durante todos estos años su cuerpo. Pero sino está... él nunca dijo que esté! Es genial”.
Hay otra lecturas posibles, tantas como estemos dispuestos a imaginar. ¿Intentó en ese misterioso viaje traer los restos y no lo consiguió? ¿No pudo con su condición e igual armó la mise en scène? ¿Fue víctima de una estafa y adquirió -dinero e influencias tenía y de sobra- restos falsos y murió creyendo que eran los verdaderos?
No hay respuesta. O acaso una: “Es imposible saber qué es lo que él quiere hacernos creer, qué es lo que él cree y qué pasó en realidad. Creo que muchas de las cosas aparecen en el libro no es que quiera que las creamos, es que él las cree verdaderamente. Cuando se encuentra con Picasso y este no le dice nada, y esto es muy significativo, interpreta el silencio de Picasso como una franca invitación a la amistad. O como cuando hay un evento con diez mil personas y él cree que Picasso lo reconoce y lo saluda entre la multitud. Cuando estamos enamorados tenemos la percepción alterada. Creemos que están más pendientes de nosotros de lo que ocurre en la realidad. Amorim estaba enamorado de García Lorca y de los grandes artistas”.


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Roncagliolo bebe una prosaica agua mineral mientras la temperatura se hace sentir en Montevideo. Cuando vino la última vez era invierno, pleno julio dice con precisión, y se afincó en el barrio Palermo. Recuerda el frío y la hospitalidad criolla. Y dando muestras que es un tipo contracorriente habla con gratitud de los empleados públicos uruguayos. “En todos lados donde fui a investigar me trataron muy bien. En la Biblioteca Nacional coincidió que un día había paro y al otro jugaba Uruguay. Al ver mi cara de desesperación, me dijeron, `bueno, si quieren ven fuera del horario y cubre las horas'. Jamás un empleado público de un país me había dicho eso en la vida”.
Lo vuelvo al carril y le pregunto cómo dilucidar el misterio de la caja blanca. Se encoje de hombros como dando por sentado que ya no es trabajo de él. “Le escribí a mi editor y le planteé de ir a Salto y hablar con las autoridades municipales, con alguna Fundación, para buscar la manera de abrir la caja y saber finalmente qué hay en ella. A los tres día, el editor me contestó: `Yo creo que tu no tendrías que poner un pie en Salto'. Pero espero que cuando se les pase la rabieta se den cuenta que tienen una caja muy sospechosa y que no estaría nada mal saber qué hay en ella”.
¿Y sobre aquellos que dicen que abusó en el libro de la condición de homosexual del salteño?. “La evidencias son abrumadoras y a mi no me parece mal que fuera homosexual. Es raro porque quienes critican que escriba sobre eso en realidad es a ellos que le molesta. Son ellos los homófobos, no yo. Pero además no era un tema innecesario. Era fascinante mostrar cómo vivían los homosexuales, cómo se escondían, cómo usaban palabras para hablar de esto, escribían poemas entre ellos que se transformaban en códigos. ES una crónica de cómo vivían su homosexualidad tipos que eran geniales, talentosos, en un medio relativamente liberal. Es parte del peso político del libro. Homosexual no es un insulto, ser homófobo sí. Y los supuestos defensores de Amorim son homófobos. Por eso Amorim y su esposa dejaron todo esto para que viniera alguien a investigar. Sabían que estaban rodeados de intolerantes y reaccionarios. Lo que nunca imaginaron es que sesenta años después iban a seguir rodeados de intolerantes y reaccionarios”.