Memorabilia
En
Nada que temer,
un ensayo autobiográfico publicado en 2010,
Julian
Barnes buceaba
en los recuerdos familiares. El resultado era un ejercicio de la
memoria pero, advertía el británico, los hechos se van
(re)construyendo, modificando, desde la perspectiva de nuestro
presente. Entonces el autor de El
loro de Flaubert tenía
64 años y la muerte (la de sus padres, la aproximación de su final)
teñía todo el volumen. La frase que daba inicio al libro era
memorable: “No creo en Dios, pero le echo de menos”. Ahora, tras
su incursión en el relato -Pulso
es el título del volumen publicado en el 2011- Barnes profundiza el
concepto de la memoria, como un ajuste de cuentas ante el final de la
vida, desde el territorio de la ficción.
El
sentido de un final
(Anagrana, 2012) narra la historia de cuatro amigos (Tony, Alex,
Colin y Adrian, el más inteligente de los cuatro), un grupo de
muchachos que compartieron la adolescencia y los primeros años de
Universidad. La estructura de la novela está montada sobre dos
bloques bien diferenciados. Por una lado los hechos, a secas, lejos
de toda pátina; y por el otro, la rememoración de los mismos. Has
pasado cuarenta años y un Tony
Webster (protagonista y narrador) ya jubilado, sólo y divorciado,
rememora su vida y su primera experiencia sexual con Verónica; su
relación con Annie, sus años de correrías estudiantiles, su
amistad con Adrian Finn, aquel brillante estudiante de Cambridge, el
último en ingresar al grupo, que terminó suicidándose; su
matrimomio con Margaret y la separación.
Así trancurre el otoño de su
vida hasta que recibe un sobre enviado por un abogado. El sobre
contiene una carta escrita por Sarah Ford, la madre de Verónica, su
primera novia. La mujer le envía quinientas libras y una misiva
disculpándose por el maltrato que recibió cuando era novio de la
muchacha. Junto con la misiva se anuncia un manuscrito (que aparece
trunco) de Adrian Finn, a manera de legado. Pero el diario del aquel
amigo fallecido no aparece. Verónica lo tiene y se niega a
entregárselo.
Y ese diario contiene un oscuro
acontecimiento del pasado visto desde otra perspectiva, que aflora en
el presente, lo que implica un revisionismo de su vida. Rexaminar el
pasado adquiere entonces una potencia insoportable, que se transforma
en dolor, pero también en un signo de lucidez. Y en ese ajuste de
cuentas, a modo de balance final, concluye el protagonista: “Hay
acumulación. Hay responsabilidad, y más allá de ellas, hay
desasosiego. Un gran desasosiego”.
Por
El
sentido de un final
-título que homenajea al trabajo homónimo sobre estudios en la
teoría de la ficción, de su
compatriota
FrankKermode- Barnes recibió el Premio Man Booker 2011.
El
sentido de un final,
de Julian Barnes. Ed. Anagrama, 186 pp, 2012. Distribuye Gussi.
1 comment:
grande nelson!!
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